Municipalidad Provincial de Piura
Historia Contactos Correo Web
LA TRADICIÓN DE LA SEMANA

LA TRADICIÓN DE LA SEMANA

DE : CUENTOS POPULARES, 1

TÍTULO : EL SABER DE LOS ANIMALES

INFORMANTE : JOSÉ URBANO CARMEN SAAVEDRA

PROCEDENCIA : PEDREGAL ALTO (TAMBOGRANDE)

Pedro era bueno y alegre y le gustaba trabajar porque su familia era pobre. Cierto día salió en busca de trabajo y llegó donde un buen señor que lo acogió, encargándole el trabajo de pastear el ganado y lo crió como si fuera su hijo. El niño vivía muy alegre al lado de su patrón. Hasta que un día advirtió que cuando salía a pastear todos los animales se dirigían hacia él. Preocupado por saber qué le querían comunicar, se arrodilló diciéndole a Dios : Ay, Dios, cómo me dieras el saber de los animales! Y todos los días repetía lo mismo.

Una mañana que bajaba con el ganado encontró a una señora que le preguntó: ¿Dónde vas, muchachito? Por aquí señora, a pastear el ganado, ¿es tuyo el ganado? No, dijo él, es de mi patrón. Y ¿qué es lo que más deseas en tu vida?, dijo la señora. Yo lo que más deseo, dijo el niño, es el saber de los animales. ¿Y para qué quieres este saber? Para entender lo que quieren comunicarme cuando cantan, saltan y bailan a mi alrededor.

Yo te daré ese saber, dijo la señora, pero no se lo comentes a nadie. Muy bien hijo, Dios en este momento te va a dar el saber de los animales, y el día que te quieras morir, haces tu cajón, compras velas, las enciendes y te encierras en el cajón. Luego la señora desapareció.

Así fue como Pedro, entendió el saber de los animales. Todos los días regresaba junto con sus ovejas a su casa donde jugaba, comía y descansaba muy feliz al haber logrado lo que tanto anhelaba.

Pasó el tiempo, Pedro tenía bastante dinero y una granja con ganado que le había dado su patrón, quien era como su padre. Un día le dice el patrón: oye, hijo, no vayas a pensar que te estoy corriendo, pero ya estás grandecito y es hora de que busques una mujer y te vayas con ella a criar animales.

Pero Pedro, que era muy joven y le gustaba el trabajo, no tomaba interés en casarse y no quería saber nada de las mujeres.

Una mañana cuando desayunaban, el patrón le dice a su mujer: Oye, sabes, Pedro no quiere casarse y yo he pensado que lo hagamos casar con nuestra hija. Así con la fortuna de ella y la de él serán otros en la vida. Los dos estuvieron de acuerdo y llamaron a la hija: Mira hija, queremos que nos des el gusto de casarte con Pedro.

Pero papá, contestó la chica, ¿cómo me dices eso si Pedro es como mi hermano? Hija, nosotros te decimos que Pedro tiene una fortuna y es mejor que se casen y se quede aquí antes que otra mujer se lo lleve.

Finalmente la hija aceptó. Al llegar Pedro de pastear se reunió con la familia para almorzar y cuando terminaron el patrón dijo: Mi señora y yo queremos que nos des el gusto de casarte con nuestra hija.

Ay, patrón, dijo Pedro, yo nunca le he faltado el respeto, somos como hermanos. No es eso hijo, dijo el patrón, nosotros queremos que te cases con ella. Después de mucho, Pedro aceptó, se casaron y el patrón les dio un terreno donde Pedro construyó una casita en la loma aunque siguieron viviendo con el patrón.

El tiempo pasó y Pedro tenía una gran cantidad de ovejas y cabras. Un día amaneció una cabra muerta, pero el patrón no le dio importancia porque tenía bastante ganado. Otro día fueron dos cabras muertas y así hasta llegar a quince. Entonces el patrón y Pedro acordaron quedarse a cuidar el ganado, pero durante las quince noches que cuidaron no amaneció ni una cabra muerta. Grande fue su sorpresa cuando la primera noche que no cuidaron amaneció otra cabra muerta. La noche siguiente el patrón se quedó nuevamente a cuidar al pie del corral pero lo hizo solo. Pedro tenía un perro y como conocía la lengua de los animales decidió quedarse fuera de su casa sin que el patrón se diera cuenta, así cuando los animales canten, ladren o aúllen, saber qué le comunicaban. Eran las once de la noche cuando los ganachos empezaron a aullar: Vengan lobos, pa´ que maten cabras pa´ nosotros comer. Y llegaban los lobos y de un golpe los mataban, por eso es que las cabras amanecían muertas sin estar enfermas.

De esta manera, el patrón se da cuenta de todo pero no sabía que Pedro estaba enterado. Al amanecer el patrón le dice al hijo de Pedro: hijito, dile a tu papá que mate a los perros porque si no, él va a ser el culpable de todo el ganado que ha perdido. El niño le contó a su papá todo lo que había dicho el abuelo.

Pedro al escuchar lo que decía su hijo, montó en su caballo e hizo montar a su mujer, que estaba embarazada y llevaba dos hijos en una yegua preñada. El patrón le pidió a Pedro, antes que se fuera, que dejara a un cachorrito para que hiciera bulla por las noches y les avisara. El perro al escuchar empezó a ladrar diciendo: Ay , si mi dueño me deja es porque va a morir.

Pedro al escuchar lo que decía el perro se resiste a dejarlo e inicia su camino. Al rato el caballo se pega a la yegua y le dice : espérame yegua, que ya no avanzo. Anda, flojo, dice la yegua, con uno que vas cargando ya no avanzas, y yo que llevo cinco muy bien. Pedro al escuchar lo que dicen los animales lanza una carcajada y su mujer le pregunta: Pedro, ¿de qué te ríes?

Recordando lo que había dicho la señora, le contestó que no se reía de nada. Pero la esposa insistió “Quién de sus mañas se acuerda, solito se ríe”. La esposa empezó a desconfiar y no dejaba de molestarlo, hasta que Pedro se dio por vencido y le dijo: Bueno mujer avanza que cuando lleguemos a la casa te lo cuento todo, pero antes tienes que ir donde un carpintero para que haga una caja a mi medida y compras un paquete de velas, porque luego que te haya contado me moriré.

Cuando llegaron a su casa, la mujer hizó todo lo que Pedro le había indicado, cuando regresó con el cajón y las velas Pedro se lo contó todo y se acostó en el cajón.

A su lado estaba su perrito y cuando un gallo pasó por encima del cajón, el perrito le dijo, so atrevido, deja a mi amo ¿no ves que está a punto de morir y todavía pasas por encima de él? Se muere por tonto contestó el gallo. Yo tengo un montón de mujeres y las domino a todas y él con una no puede y todavía se va a morir.

Pedro al escuchar lo que decía el gallo se levantó y con un látigo comenzó a castigar a su mujer, hasta que le pidió perdón por haber pensado mal de su marido y desde ese momento vivieron felices en su casa con hijos y animales.